miércoles, 29 de septiembre de 2010

MI DEBILIDAD LLAMADA ROSA MONTERO....


Que me encanta Rosa Montero no es ninguna novedad, me gusta como escribe literatura, me gusta cuando la oigo hablar, como piensa, me gusta lo poco que la conozco personalmente (la conozco de la feria del libro y es encantadora), pero sobre todo me encanta la Rosa Montero periodista, sus artículos, sus entrevistas…

Y es que Rosa Montero y el periodismo van de la mano, al igual que decir EL PAIS Y ROSA MONTERO, periódico y periodista que unieron sus caminos cuando este recién nacido diario dio a luz para convertirse con los años en el periódico más leído de toda España.


Así con el tiempo, la columna de la última página de EL PAIS de los martes y la sección que Rosa tiene en el dominical de este mismo periódico “Maneras de vivir”, se han convertido en un clásico para mi que no suelo perderme nunca, que siempre leo con detenimiento y delectación, empapándome de cada una de sus palabras….


Así que desde aquí, en este día de huelga general que huele a corrompido, os recomiendo que leáis a Rosa Montero, a la Rosa Montero escritora que todo el mundo conoce pero sobre todo a la Rosa Montero periodista, porque realmente merece la pena…


Y para muestra un botón….os dejo el último artículo de Rosa Montero, un artículo que publicó en EL PAIS el día de mi cumpleaños y que os recomiendo que leáis….es un artículo dedicado a la AMISTAD, palabras hermosas que tal vez nos puedan ayudar a recapacitar y reflexionar sobre las cosas que realmente merecen la pena en la vida….y un amigo yo creo que lo es.


Estoy totalmente de acuerdo con Rosa, en todo, yo no sabría explicarlo mejor si me propusiera explicar que es la amistad…pero para qué, si ya la tenemos a ella!!!!


Disfrutad de este artículo y ya me diréis que pensáis al respecto….



MANERAS DE VIVIR
Gracias
ROSA MONTERO 19/09/2010



Llevo meses intentando escribir un artículo sobre la amistad y siempre me detiene el miedo de no estar a la altura. De que mis palabras no logren merecerse a mis amigos. Las loas a la amistad son un lugar común demasiado común: todo el mundo se calienta la boca hablando de ello (yo también lo he hecho). “Lo más importante en la vida son los amigos”, gorjean alegremente los concursantes más descerebrados de los reality shows o las contertulias más malvadas de la telebasura. Amigos y amistad son hermosas palabras que el uso y el abuso han desgastado.

“Con los años, las amistades se profundizan. Alcanzan un nivel de emoción indescriptible”


Lo de la amistad es como el amor. Todo el mundo cree saber de ello, todos nos consideramos grandes conocedores del asunto, expertos en los sentimientos y en la pasión, cuando, en realidad, son dos materias complejas e infinitas, profundos rincones del ser que uno sólo empieza a entender cuando madura. De jóvenes, de muy jóvenes, amigos y amores te llegan fácilmente, son una lluvia cálida y revuelta, confusa, ligera, amontonada. De joven, de muy joven, en realidad no escoges, aunque lo creas. Te haces amigo y te enamoras de lo primero que pasa. Porque necesitas querer. Somos así, y esa necesidad es conmovedora.


Y luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que reconozco son mis amigos. Es una patria exigente. La amistad requiere atención, entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido.


Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es algo bastante desagradable. Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que se muere; pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo hermosa que es la vida, cada vez se te queda más chica por delante. Pero con los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos. Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo absolutamente maravilloso. Con los años, con los muchos años (yo tengo amigos activos desde hace tres décadas), las amistades se profundizan y agigantan. Alcanzan un nivel de emoción y de veracidad indescriptible.


Porque, con los años, las amistades se prueban de verdad. El tiempo puede herir; hay momentos en los que el tiempo se vuelve salvaje, y muerde y desgarra como una bestia furiosa. Y en esos tránsitos penosos de tu vida, en la angustia, en los problemas, en la desolación y la incertidumbre, los verdaderos amigos acuden a tu rescate. Con tal generosidad, con tal facilidad afectuosa, que realizan auténticas proezas como si en realidad no les costara nada (la última proeza sobrehumana que han hecho mis amigos por mí ha sido ayudarme en un traslado de domicilio y montarme la casa, prácticamente ellos solos, en cinco días). Los amigos te salvan literalmente la vida y lo hacen sin esperar nada, sin alardear de nada, por el puro placer de dar. Modestamente grandiosos.


A veces he jugado a imaginar cuáles serían mis últimos pensamientos antes de morir. Cómo sería el balance de mi existencia. Durante muchos años he supuesto que esas memorias ardientes y finales estarían compuestas por recuerdos de mis amores más apasionados, de la infancia y la familia, quizá de algunos momentos de mi escritura. Pero ahora sé que en ese recuento final brillarán como islas de luz algunos momentos mágicos con mis amigos. Esos regalos de cariño que me han dado, tan inmensos que siento que es imposible merecerlos. Eso también es la verdadera amistad: la sensación de estar felizmente en deuda con los otros. Por todo eso que ya hemos vivido, y por todo lo que todavía viviremos, gracias. Muchas gracias.


www.rosa-montero.com

1 comentario:

Rocío dijo...

Que bonito y que razón tiene.

Está claro que un buen amigo siempre acude a tu rescate sin pedir nada a cambio.

Hay algo que yo siempre digo y es que mis mejores amigos lo son a parte de por todas las vivencias, porque en los momentos mas terribles de mi vida ni si quiera preguntaron ¿por qué? no pidieron ni una sola explicación, simplemente vinieron a consolarme.

El que tiene un amigo tiene un tesoro!!!!!