Claudia y Raúl se conocieron en el instituto donde los dos estudiaban bachillerato. Ella llegó nueva ese año y él era una de las personas más carismáticas de la clase. Raúl no tardó en fijarse en aquella chica morena de ojos claros y profundos, aquella chica envuelta en misterio que apenas pronunciaba palabra alguna, que apenas se relacionaba con la gente. Simplemente vagaba solitaria por la clase, por el recreo, por la vida, acompañada en todo momento de su propia sombra.
Raúl siempre tuvo la convicción desde que la conoció que aquella chica y él serían como uña y carne, que la palabra amistad se inventó solamente para ellos dos, que la complicidad sería la seña de identidad de esa relación.
Un día, lluvioso y triste, como siempre parecía estar el rostro de Claudia, Raúl la invitó a unirse al grupo, esa tarde iban a ver una película al cine y a cenar al Burger, momento que Raúl consideró propicio para hablar con ella, contarle cosas de la clase, del barrio, preguntarle por su anterior vida. Esa noche fue el comienzo de una profunda amistad, jamás volvieron a separarse. Iban juntos al instituto, se empezaron a sentar juntos en clase, pasaban las tardes entre risas y complicidades, entre confidencias y chocolate. La magia se instaló en sus vidas
Pero el tiempo pasó, el curso avanzaba y la primavera no tardó en acomodarse en Moratalaz. Primero vino la eternidad de los días, la alegría de la luz, después la calidez del sol se posó como un leve susurro en cada poro de la piel, más tarde los sentimientos enloquecieron sin posible control, los latidos del corazón aceleraron su ritmo bombeando sangre oxigenada y enamorada por todo el cuerpo de Raúl, y por último, el embrujo del amor revoloteó por el corazón de Raúl como una inquieta mariposa de colores.
De esta forma, lo que había comenzado como una sincera amistad, no tardaría en transformarse en un bonito sentimiento que a los dos les confundía pues era la primera vez que se enamoraban, la primera vez que sentían eso que ellos mismos eran incapaces de calificar.
Un día Raúl, acompañado por el sol anaranjado del atardecer, había decidido quitarse todos los tabúes de encima, espantar todos los miedos que le atenazaban, y dejar fluir las palabras, confesarle a Claudia aquello que había empezado a sentir, sin miedo a nada, con la verdad de los sentimientos por delante.
Raúl habló y habló, no sabía como expresarse, temía estropear todo, pero Claudia lo detuvo, le puso uno de sus dedos en los labios para que callase y lo besó, lo besó como si fuera la última vez, apasionadamente, sin aire, al borde del ahogo. Esa tarde, la magia del amor se había pronunciado sin palabras, solo con besos.
Así es como surgió aquel amor adolescente que era el primero para ambos, así es como los dos pudieron probar, con toda su ingenuidad, el dulce sabor del primer amor, aquel que en la mayoría de los casos se trunca y nunca es para siempre. Parece como si el mundo entero conspirase contra los dos amantes primerizos e inexpertos, haciendo que el dulce sabor del primer beso se torne en la esperada y no por ello menos dolorosa ruptura, en el sabor salado de las primeras lágrimas cuando el desamor se instala en tú corazón. Y ese temible día un día llegó….
Sin embargo, después de diez años de ausencia, Claudia estaba a escasos metros de distancia de él, en la misma cola del teatro y no sabía muy bien lo que hacer.
Por un lado deseaba acercarse y saludarla, saber que había sido de su vida durante todos esos años pero, por otro lado, ese sentimiento de orgullo que invade a todo hombre después de haber sido abandonado por una mujer, hacía que Raúl se mantuviera firme en su posición observándola fijamente...no había cambiado nada, estaba preciosa….
CONTINUARA……
Raúl siempre tuvo la convicción desde que la conoció que aquella chica y él serían como uña y carne, que la palabra amistad se inventó solamente para ellos dos, que la complicidad sería la seña de identidad de esa relación.
Un día, lluvioso y triste, como siempre parecía estar el rostro de Claudia, Raúl la invitó a unirse al grupo, esa tarde iban a ver una película al cine y a cenar al Burger, momento que Raúl consideró propicio para hablar con ella, contarle cosas de la clase, del barrio, preguntarle por su anterior vida. Esa noche fue el comienzo de una profunda amistad, jamás volvieron a separarse. Iban juntos al instituto, se empezaron a sentar juntos en clase, pasaban las tardes entre risas y complicidades, entre confidencias y chocolate. La magia se instaló en sus vidas
Pero el tiempo pasó, el curso avanzaba y la primavera no tardó en acomodarse en Moratalaz. Primero vino la eternidad de los días, la alegría de la luz, después la calidez del sol se posó como un leve susurro en cada poro de la piel, más tarde los sentimientos enloquecieron sin posible control, los latidos del corazón aceleraron su ritmo bombeando sangre oxigenada y enamorada por todo el cuerpo de Raúl, y por último, el embrujo del amor revoloteó por el corazón de Raúl como una inquieta mariposa de colores.
De esta forma, lo que había comenzado como una sincera amistad, no tardaría en transformarse en un bonito sentimiento que a los dos les confundía pues era la primera vez que se enamoraban, la primera vez que sentían eso que ellos mismos eran incapaces de calificar.
Un día Raúl, acompañado por el sol anaranjado del atardecer, había decidido quitarse todos los tabúes de encima, espantar todos los miedos que le atenazaban, y dejar fluir las palabras, confesarle a Claudia aquello que había empezado a sentir, sin miedo a nada, con la verdad de los sentimientos por delante.
Raúl habló y habló, no sabía como expresarse, temía estropear todo, pero Claudia lo detuvo, le puso uno de sus dedos en los labios para que callase y lo besó, lo besó como si fuera la última vez, apasionadamente, sin aire, al borde del ahogo. Esa tarde, la magia del amor se había pronunciado sin palabras, solo con besos.
Así es como surgió aquel amor adolescente que era el primero para ambos, así es como los dos pudieron probar, con toda su ingenuidad, el dulce sabor del primer amor, aquel que en la mayoría de los casos se trunca y nunca es para siempre. Parece como si el mundo entero conspirase contra los dos amantes primerizos e inexpertos, haciendo que el dulce sabor del primer beso se torne en la esperada y no por ello menos dolorosa ruptura, en el sabor salado de las primeras lágrimas cuando el desamor se instala en tú corazón. Y ese temible día un día llegó….
Sin embargo, después de diez años de ausencia, Claudia estaba a escasos metros de distancia de él, en la misma cola del teatro y no sabía muy bien lo que hacer.
Por un lado deseaba acercarse y saludarla, saber que había sido de su vida durante todos esos años pero, por otro lado, ese sentimiento de orgullo que invade a todo hombre después de haber sido abandonado por una mujer, hacía que Raúl se mantuviera firme en su posición observándola fijamente...no había cambiado nada, estaba preciosa….
CONTINUARA……
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