lunes, 22 de junio de 2009

EL PASADO SIEMPRE VUELVE III



Finalmente, al ver que nadie estaba a su lado, que nadie venía a su encuentro para cogerla de la mano o para fundir los labios con sus labios carnosos, esos labios que durante tanto tiempo pertenecieron a Raúl, esos labios que fueron manantial de agua fresca para calmar su sed, decidió acercarse, caminar unos pasos adelante para viajar lejos, coger los mandos de la máquina del tiempo y detenerse en el pasado, ese pasado tan cierto como que algún día moriremos, ese pasado que aún laceraba como el primer día.

Pero Raúl no sabía que hacer, no sabía como actuar… ¿sería realmente Claudia? ¿No se estaría equivocando? ¿Y si aquella mujer no era Claudia? ¿Y si aquella mujer solo era un espejismo entre la marabunta de gente que paseaba por un Madrid frío y sin alma, un Madrid donde la soledad escuece como lo hace el vinagre sobre una herida?

Mientras que pensaba, avanzaba lentamente hacia su objetivo con paso firme. Siete, seis, cinco pasos…el pasado cada vez estaba más cerca, y Claudia estaba allí, a su lado después de tantos años…cuatro, tres, dos pasos más, no podía dejar de contar…la inseguridad se estaba aliando con el miedo y un escalofrío recorrió la columna vertebral de Raúl…un paso, escasos centímetros…Raúl se detuvo justo detrás de ella, estaba tan cerca que podía escuchar incluso el eterno bombear del corazón de Claudia en continua sístole y diástole.

Raúl suspiró y dejo escapar así parte de sus miedos, Raúl susurró un nombre de forma casi inaudible, un nombre de mujer que apenas se pronunció, su voz se ahogó al igual que lo hacen los sentimientos más importantes en el pozo del alma. El nombre de Claudia salió de sus labios y viajó escasos centímetros para posarse como una caricia de terciopelo en la espalda de aquella mujer que le revolvía el interior, parecía un niño chico el día de su Primera Comunión.

- Claudia…-susurró apenas Raúl-.

En ese mismo instante, ella sintió una caricia acústica en su hombro y se giró, se giró para buscar al responsable de que su nombre se envolviera de musicalidad y ternura.

- ¿sí? -Acertó a decir Claudia-

- ¿te acuerdas de mí? –Dijo aceleradamente Raúl-

En ese momento el cronómetro de la ausencia y el transcurrir de la vida se pusieron en marcha y los segundos en silencio se hicieron eternos. Parecía que el tiempo, ese gran enemigo de los recuerdos, se había posicionado al cobijo del olvido y hacía que ella no lograse acordarse de él.

- No... –Dijo dudosa Claudia-

- Y si te digo que no nos vemos desde hace diez años...

- No puede ser... ¡RAÚL! –Gritó Claudia-

Y rápidamente se abalanzó sobre él fundiéndose en un intenso abrazo, donde ambos pudieron comprobar la felicidad y la alegría de aquel reencuentro con el pasado, de aquel primer amor perdido con los años. Ambos estaban tan contentos por haberse encontrado después de tanto tiempo que aquel abrazo fue interminable, parecía que no fuese a acabar nunca. Mientras que sus cuerpos se abrazaban, sus mentes no hacían más que dar rienda suelta a un sinfín de imágenes del pasado, cuando ambos estaban juntos, cuando aquel primer amor aún parecía que duraría para siempre. Pero, sin embargo, había pasado mucho tiempo, demasiado tiempo, y multitud de cosas habían sucedido en la vida de ambos.

Ajenos a todo pero inmersos en la emoción propia de ese momento, a Raúl se le agolparon multitud de preguntas en la comisura de los labios, solo quería recuperar el tiempo perdido, solo quería saber cosas de Claudia, de su vida, de su trabajo, de su familia, de sus amores, de su felicidad…

- Vaya sorpresa, ¿qué tal te va?

- Bien y ¿a ti? -Le contestó Claudia-

- Muy bien, todavía no me lo puedo creer. Me parece mentira que después de tantos años nos hayamos reencontrado en la cola de un teatro.

- Pues sí, tienes razón ¿te acuerdas lo que nos gustaba ir al teatro? Que casualidad…Y ¿qué haces aquí? ¿Vienes solo?

Aquellas preguntas de Claudia se clavaron directamente sobre Raúl porque no sabía que debía contestar, como debía actuar. Después de diez años en que la ausencia se había instalado en sus vidas y la casualidad de los reencuentros fortuitos en el metro no se había producido, a Raúl le apetecía charlar con Claudia, abrir el cofre que encerraba bajo llave todo el pasado, ese pasado común que el frío de diciembre y la soledad de sus respectivos corazones les instaba a recordar, a revivir a pesar del tiempo trascurrido. Pero Raúl no sabia que hacer, la incertidumbre se hizo manifiesta, por un lado aquella noche había quedado con sus amigos y por otro lado estaba seguro que Claudia no estaría esa noche sola, que en cualquier instante aparecería una amiga suya o algún hombre con una rosa amarilla entre sus manos, esas rosas que tanto le gustaban a Claudia.

Una rosa amarilla, esa rosa amarilla que les unió en aquel amor sin límites, repleto de frenesí, locura y caricias, una rosa amarilla cuyas espinas también les separó una lejana tarde de verano cuando el veneno de la adolescencia se clavó en su piel y empezó a sangrar el miedo y la cobardía a dejarse arrastrar por los sentimientos. Las espinas de aquella rosa les separó y Raúl jamás lo había olvidado….

CONTINUARÁ!!!!

4 comentarios:

Ana dijo...

Queremos más....

¿Para cuándo la siguiente entrega?

Anónimo dijo...

!!!oooooooh!!!

otra entrega ya!!

Bárbara dijo...

hola :)
he encontrado hoy tu blog por casualidad y me encanta al igual que este texto
te voy a seguir, espero que no te importe.

Santy dijo...

Hola Barbara!!!!

nooooo, todo lo contrario, será un placer verte por aqui de vez en cuando.....

muchas gracias por tus palabras....a ver si un dia tengo tiempo y termino el relato que empecé y dejé en la tercera entrega!!!

yo tb he marujeado que tienes un blog...jejejejeje. tb me tendrás por ahí!!!

besitos